En 1519 Hernán Cortés tomó aquella famosa
determinación de “quemar las naves”, que ha pasado a la historia como símbolo
de las decisiones que ya no tienen vuelta atrás. Se habían producido entre sus
subordinados diversas intrigas que estaban sembrando la división, unos a favor
de seguir adelante y otros que planeaban tomar algunas de las naves y regresar
a Cuba. Ante esa posible deserción, Hernán Cortes elimino cualquier duda y, sobre todo, cualquier
posible medio de escape. De esta manera,
sus hombres recibieron un mensaje inequívoco: luchar hacia adelante o morir.
Con independencia del acierto de aquella expedición militar y de la subsiguiente y arriesgada decisión sobre sus barcos, quizá podemos sacar de todo ello una enseñanza para nuestra vida cotidiana. En el camino vital de cualquier persona, hay toda una serie de decisiones que pueden y deben tener un carácter definitivo: los principios y los valores por los que uno apuesta, los proyectos de largo recorrido a los que uno se entrega, la persona a la que une su vida, las nuevas vidas que se traen al mundo y, en fin, todas aquellas decisiones que no pueden ser revisables cada vez que surge una dificultad, puesto que son opciones que exigen una lealtad continuada.
Una mujer maltratada y consciente de su problema no tiene mas camino que “quemar las naves” con su pareja y emprender una nueva vida. Dejar la puerta abierta a la reconciliación ya ha comprobado en numerosas ocasiones que no fue solución. Un adicto a alcohol o drogas, ya conoce ese mundo y sus problemáticas; querer mantener esas amistades, querer consumir solo en ocasiones especiales, solo una copa al día, … no es solución, necesita “quemar las naves” y emprender una nueva vida fuera del mundo de la adicción.
Con independencia del acierto de aquella expedición militar y de la subsiguiente y arriesgada decisión sobre sus barcos, quizá podemos sacar de todo ello una enseñanza para nuestra vida cotidiana. En el camino vital de cualquier persona, hay toda una serie de decisiones que pueden y deben tener un carácter definitivo: los principios y los valores por los que uno apuesta, los proyectos de largo recorrido a los que uno se entrega, la persona a la que une su vida, las nuevas vidas que se traen al mundo y, en fin, todas aquellas decisiones que no pueden ser revisables cada vez que surge una dificultad, puesto que son opciones que exigen una lealtad continuada.
Una mujer maltratada y consciente de su problema no tiene mas camino que “quemar las naves” con su pareja y emprender una nueva vida. Dejar la puerta abierta a la reconciliación ya ha comprobado en numerosas ocasiones que no fue solución. Un adicto a alcohol o drogas, ya conoce ese mundo y sus problemáticas; querer mantener esas amistades, querer consumir solo en ocasiones especiales, solo una copa al día, … no es solución, necesita “quemar las naves” y emprender una nueva vida fuera del mundo de la adicción.
Quienes no terminan de decidirse, y dudan, tienen miedo, o se replantean todo una y otra vez, hacen de sus vidas un camino sinuoso y errático, en el que no avanzan.
Se trata de que esa pregunta sobre el sentido de lo que hacemos no se convierta en una duda habitual, o en un replanteamiento constante de nuestros objetivos, o en su abandono cuando surgen contratiempos. Y como contratiempos inesperados aparecen en todo camino, parece claro que, para llegar a buen fin, hay decisiones importantes y de cierto alcance que exigen un compromiso de no retorno, porque de lo contrario es previsible que, tarde o temprano, flaqueen nuestras fuerzas y abandonemos nuestro empeño sin esforzarnos lo suficiente.
Por eso, cortar la propia retirada, como hizo Hernán Cortés en aquel famoso episodio, puede ser una muestra de inteligencia práctica, solo dejamos una opción por la que luchar. Cuando una persona toma libremente una decisión a la que no quiere dejar opción de retorno, demuestra con eso que su entrega y su apuesta por ella son totales. Y hay unas cuantas decisiones en la vida que exigen ese tipo de apuesta valiente, porque, de lo contrario, la posibilidad de volverse atrás impide que no nos esforcemos lo suficiente para sacar de nuestro interior la fuerza necesaria para llevar a feliz término esos momentos difíciles.