El alcoholismo o dependencia del alcohol es definido como una enfermedad
que incluye síntomas tales como el deseo compulsivo de beber alcohol,
pérdida de control y dependencia física entre otros.
El alcoholismo es una enfermedad que afecta integralmente a las
personas, es decir que repercute en las áreas biológica, psicológica y
social; siendo ésta una patología crónica, progresiva y mortal.
A pesar de que no existe, hasta el momento, una cura para el
alcoholismo si existen diversos tratamientos que controlan la cronicidad
y progresión de la enfermedad.
El impacto de la dependencia al alcohol en el seno familiar es
enorme, originando separaciones, divorcios, episodios de violencia tanto
física como verbal y abandono.
Encontrarme como profesional con el sufrimiento psíquico que trae
aparejado esta enfermedad me permite afirmar que la misma no es un
padecimiento solitario sino una patología que tiene un impacto
significativo en los vínculos familiares. Dichas relaciones se ven
atravesadas por lo incoherente y lo impredecible.
En los familiares se observan
actitudes y conductas que responden a una lógica propia de un
funcionamiento familiar que intenta estabilizar dicho sistema familiar,
haciendo más fácil y menos dolorosa la convivencia. Para ello, la
familia adopta roles disfuncionales que los llevan a sobrevivir la
enfermedad de uno de sus miembros.
Dichos roles pueden ser::
El rescatador: este miembro se encarga de salvar al adicto a los
problemas que resultan de su adicción. Son los que inventan las excusas,
pagan las cuentas, llaman al trabajo para justificar ausencias, etc.
Ellos se asignan a sí mismos la tarea de resolver todas las crisis que
el adicto produce. De esta manera promueve el autoengaño del adicto,
manteniéndolo ciego a las consecuencias de su adicción y convencido de
que no existe ningún problema con su uso.
El cuidador: ellos asumen con ímpetu todas las tareas y
responsabilidades que puedan, con tal de que el adicto no tenga
responsabilidades, o tenga las menos posibles. Ellos actúan así
convencidos de que al menos "las cosas están andando". Lo que no pueden
ver es que esto, los carga con tareas que no les corresponden y con
responsabilidades que no son suyas, produciendo una sobrecarga que
afecta su salud. Esto a su vez promueve la falta de conciencia en el
adicto, del deterioro que produce la adicción en su funcionamiento.
El rebelde: la función del rebelde u oveja negra, es desenfocar a la
familia y atraer la atención sobre sí mismo, de modo que todos puedan
volcar sobre él su ira y frustración.
El recriminador: esta persona se encarga de culpar al adicto a todos
los problemas de la familia. Esto sólo funciona para indignar al
adicto, brindándole así una excusa perfecta para seguir consumiendo.
El desentendido: usualmente es tomado por algún menor de edad que se
mantiene "al margen" de las discusiones y de la dinámica familiar. En
realidad es una máscara que cubre una gran tristeza y decepción que es
incapaz de expresar.
El disciplinador: este familiar presenta la idea de que lo que hace
falta es un poco de disciplina y arremete al adicto, ya sea física y/o
verbalmente. Esta actitud nace de la ira y frustración que se acumulan
en la familia del adicto y de los sentimientos de culpa que muchos
padres albergan por las adicciones de sus hijos.
La dinámica de estas familiar deja ver que las reglas suelen ser
confundidos e inútiles y los límites rígidos o inexistentes. Está
alterada la comunicación, tornándose indirecta y encubierta en donde los
sentimientos carecen de valor.
Se observan conductas tales como sobreprotección, fusión o
unión excesiva entre los miembros de la familia, incapacidad para
resolver conflictos y una rigidez extrema. Así, el sistema familiar del
adicto establece un estilo de vida que permite que la enfermedad
continúe de generación en generación. Las familias alcohólicas se mueven
y acomodan a las exigencias de la vida con un miembro alcohólico.
Existen algunos especialistas como Stephanie Brown, (1985) que es
una de las pioneras en el tratamiento de las familias alcohólicas,
quienes afirman que la familia con un miembro alcohólico no es una
familia disfuncional, es una familia que ha aprendido a funcionar con un
miembro enfermo gracias al reacomodo que se da a raíz de la enfermedad.
Se vuelve disfuncional cuando el alcohólico entra en tratamiento y
no se necesitan los roles tradicionales que mantenian los distintos miembros de la familia.
Los familiares manifiestan querer hacer algo por el adicto, pero no saben qué
hacer, ni cómo hacerlo. Se ven afectados cognitiva y emocionalmente, al
punto de dudar seriamente de sus intuiciones y observaciones. En
ocasiones sus conductas dan cuenta de mecanismos defensivos que
adquieren dimensiones tan patológicas como las del adicto. Dichas
conductas en lugar de detener la enfermedad la
prolongan.
Es importante recalcar que los miembros que integran la familia con
un miembro alcohólico también enferman de manera progresiva. Los
familiares persisten en roles disfuncionales, cuyo objetivo es el de
proveer a la familia con un mecanismo de defensa para disminuir la
ansiedad y el temor por el cual están pasando.
Articulo de Lic. Carolina Eckart