. . Por lo tanto, ya tenemos un punto bien señalado: el alcohólico ha de saber que el único camino es (1) dejar de beber del todo.
. . Otros enfermos, pretenden quitarse de beber poco a poco. ¡Engaños del alcohol otra vez! Este <poco a poco> que parece tan fácil es, en realidad, mucho más difícil: es imposible. El enfermo ignorante que emprende esta vía (también a base de fuerza de voluntad) se agota en su lucha cotidiana contra el hábito de beber. Cada día bebe, en efecto, un poquito menos que el anterior, hasta que, agotado por el terrible esfuerzo de subir a pulso, sus músculos ceden y cae al abismo: suele caer en una borrachera fenomenal, de las angustias de la lucha pasada. Y peor aún: confirma así su cómoda teoría de que él es incapaz de abandonar el alcohol y justifica así el seguir bebiendo.
. . Por lo tanto, ya tenemos señalado el segundo punto: el alcohólico debe saber que el único camino es (2) dejar de beber de repente.
. .Por último, hay algunos enfermos que sabiendo que han de dejar el alcohol del todo y de repente, abrigan la esperanza de curarse algún día y poder volver a beber con moderación en el futuro. Es como si el miope notando que ve bien, se creyera curado y tirara sus gafas. Se encontraría con la desagradable sorpresa de que sigue siendo miope. Lo mismo sucede a los alcohólicos cuando, después de varios años sin beber, vuelven a tomar una copa. Pronto tienen ocasión de comprobar, con mucho dolor en general, que siguen siendo igual de alcohólicos que antes.
.. . Y éste es el tercer punto que ha de saber el alcohólico: es necesario (3) dejar el alcohol para siempre.
para siempre |
. . Para curarse, el alcohólico debe dejar de beber del todo, de repente y para siempre. Estos conceptos los suele asumir con el tiempo, mientras ve a sus compañeros y/o a el mismo, caer en el error de no asumir estos principios.
Hoy en día ya no importa cuánto vales sino cuánto
tienes, no importa cómo eres sino cómo te ve el resto, nadie se preocupa
por el valor interno y todos califican a las personas en función de la
imagen externa, porque la sociedad actual está basada en la apariencia.
La apariencia económica es esencial para hacerse un hueco entre los elegidos. En las reuniones de amigos ya no se pregunta en qué trabajas sino cuánto ganas con tu trabajo, ya nadie debate sobre polémicas socioeconómicas pero sí sobre la forma más rápida de hacer dinero.
El cómo ha dejado paso al qué, ya sólo importa conseguir lo que se busca, llegar al final sin importar lo que se deja atrás, olvidándose de amigos, familiares y, por supuesto, compañeros. Estar en la cresta de la ola, llegar al éxito supone tener más que los demás, sin importar lo efímero que ésto sea o lo vacío que te encuentre la cama al llegar a ella.
El mito del éxito ha sustituido al mito del buen salvaje, encontrarse a uno mismo carece de todo sentido porque todos queremos encontrar nuestro propio "El Dorado", y por ello la crisis nos golpea con toda su crudeza porque lo sentimos en lo más profundo de nuestros anhelos, ya no podemos consumir tanto como nos gustaría y sin consumo no nos queda nada.
Porque habíamos organizado nuestra vida alrededor de la posesión, del tener, del comprar, del superar a nuestros vecinos, de ir a la par con la última tecnología, pero ahora no nos lo podemos permitir, y ya no recordamos que había otras cosas en la vida.
Un experto asesor en gestión del tiempo quiso sorprender a los
asistentes a su conferencia. Sacó un frasco grande de boca ancha. Lo
colocó sobre la mesa, junto a una bandeja con piedras del tamaño de un
puño, y preguntó: "¿Cuantas piedras piensan ustedes que caben en este
frasco?". Después de que los asistentes hicieran sus conjeturas, empezó a
meter piedras hasta que lleno el frasco.
Luego preguntó: "¿Está
lleno?". Todo el mundo le miró y asintió. Entonces sacó un cubo con
gravilla. Metió parte de la gravilla en el frasco y lo agitó. Las
piedrecillas penetraron por los espacios que dejaban las piedras
grandes. El experto sonrío con ironía y repitió: "¿Está lleno?". Esta
vez los oyentes dudaron. La mayoría dijeron que no. Entonces puso sobre
la mesa un cubo con arena que comenzó a volcar en el frasco. La arena se
filtraba en los pequeños recovecos que dejaban las piedras y la grava.
Preguntó de nuevo: "¿Está lleno?". Ahora todos dijeron unánimemente que
no. Por último, tomó una jarra con un litro de agua y comenzó a verterla
en el frasco. El frasco aún no rebosaba.
Si en nuestra vida introducimos una adiccion, esta llenara todo nuestro "frasco", y en nuestra vida dificilmente podra contar con otras cosas importantes como familia, trabajo, salud, felicidad, ...
La enfermedad de la adicción es progresiva y mortal, por lo cual cada día sin recibir ayuda profesional aumentará el deterioro y pondrá en riesgo la vida misma.