.. Es muy frecuente que el alcohólico crea que, gracias a
un tratamiento médico, va a ser capaz de poder beber moderadamente. Casi todos los alcohólicos desean seguir
bebiendo, pero sin exceso. Y es necesario desengañarles desde un principio.
La experiencia médica demuestra que un
alcohólico es incapaz de beber moderadamente. Con una gran fuerza de
voluntad, podrá aguantar unos pocos días, una semana, un mes, bebiendo moderadamente.
Pero el camino conduce a la recaida. Al
cabo de días o de semanas de beber moderadamente, el alcohólico vuelve a beber
en exceso, como antes, pero además carga con un nuevo fracaso que lo
desmoraliza aún más.
. . Por lo tanto, ya tenemos un punto bien señalado: el alcohólico ha de saber que el único camino es (1) dejar de beber del todo.
. . Otros enfermos, pretenden quitarse de beber poco a poco. ¡Engaños del alcohol otra vez! Este <poco a poco> que parece tan fácil es, en realidad, mucho más difícil: es imposible. El enfermo ignorante que emprende esta vía (también a base de fuerza de voluntad) se agota en su lucha cotidiana contra el hábito de beber. Cada día bebe, en efecto, un poquito menos que el anterior, hasta que, agotado por el terrible esfuerzo de subir a pulso, sus músculos ceden y cae al abismo: suele caer en una borrachera fenomenal, de las angustias de la lucha pasada. Y peor aún: confirma así su cómoda teoría de que él es incapaz de abandonar el alcohol y justifica así el seguir bebiendo.
. . Por lo tanto, ya tenemos señalado el segundo punto: el alcohólico debe saber que el único camino es (2) dejar de beber de repente.
. .Por último, hay algunos enfermos que sabiendo que han de dejar el alcohol del todo y de repente, abrigan la esperanza de curarse algún día y poder volver a beber con moderación en el futuro. Es como si el miope notando que ve bien, se creyera curado y tirara sus gafas. Se encontraría con la desagradable sorpresa de que sigue siendo miope. Lo mismo sucede a los alcohólicos cuando, después de varios años sin beber, vuelven a tomar una copa. Pronto tienen ocasión de comprobar, con mucho dolor en general, que siguen siendo igual de alcohólicos que antes.
.. . Y éste es el tercer punto que ha de saber el alcohólico: es necesario (3) dejar el alcohol para siempre.
. . Por lo tanto, ya tenemos un punto bien señalado: el alcohólico ha de saber que el único camino es (1) dejar de beber del todo.
. . Otros enfermos, pretenden quitarse de beber poco a poco. ¡Engaños del alcohol otra vez! Este <poco a poco> que parece tan fácil es, en realidad, mucho más difícil: es imposible. El enfermo ignorante que emprende esta vía (también a base de fuerza de voluntad) se agota en su lucha cotidiana contra el hábito de beber. Cada día bebe, en efecto, un poquito menos que el anterior, hasta que, agotado por el terrible esfuerzo de subir a pulso, sus músculos ceden y cae al abismo: suele caer en una borrachera fenomenal, de las angustias de la lucha pasada. Y peor aún: confirma así su cómoda teoría de que él es incapaz de abandonar el alcohol y justifica así el seguir bebiendo.
. . Por lo tanto, ya tenemos señalado el segundo punto: el alcohólico debe saber que el único camino es (2) dejar de beber de repente.
. .Por último, hay algunos enfermos que sabiendo que han de dejar el alcohol del todo y de repente, abrigan la esperanza de curarse algún día y poder volver a beber con moderación en el futuro. Es como si el miope notando que ve bien, se creyera curado y tirara sus gafas. Se encontraría con la desagradable sorpresa de que sigue siendo miope. Lo mismo sucede a los alcohólicos cuando, después de varios años sin beber, vuelven a tomar una copa. Pronto tienen ocasión de comprobar, con mucho dolor en general, que siguen siendo igual de alcohólicos que antes.
.. . Y éste es el tercer punto que ha de saber el alcohólico: es necesario (3) dejar el alcohol para siempre.
para siempre |
. . Para curarse, el alcohólico debe dejar de beber del todo, de repente y para siempre. Estos conceptos los suele asumir con el tiempo, mientras ve a sus compañeros y/o a el mismo, caer en el error de no asumir estos principios.
Cartilla del alcohólico de RAFAEL LLOPIS PARET
Hoy en día ya no importa cuánto vales sino cuánto
tienes, no importa cómo eres sino cómo te ve el resto, nadie se preocupa
por el valor interno y todos califican a las personas en función de la
imagen externa, porque la sociedad actual está basada en la apariencia.
La apariencia económica es esencial para hacerse un hueco entre los elegidos. En las reuniones de amigos ya no se pregunta en qué trabajas sino cuánto ganas con tu trabajo, ya nadie debate sobre polémicas socioeconómicas pero sí sobre la forma más rápida de hacer dinero.
El cómo ha dejado paso al qué, ya sólo importa conseguir lo que se busca, llegar al final sin importar lo que se deja atrás, olvidándose de amigos, familiares y, por supuesto, compañeros. Estar en la cresta de la ola, llegar al éxito supone tener más que los demás, sin importar lo efímero que ésto sea o lo vacío que te encuentre la cama al llegar a ella.
El mito del éxito ha sustituido al mito del buen salvaje, encontrarse a uno mismo carece de todo sentido porque todos queremos encontrar nuestro propio "El Dorado", y por ello la crisis nos golpea con toda su crudeza porque lo sentimos en lo más profundo de nuestros anhelos, ya no podemos consumir tanto como nos gustaría y sin consumo no nos queda nada.
Porque habíamos organizado nuestra vida alrededor de la posesión, del tener, del comprar, del superar a nuestros vecinos, de ir a la par con la última tecnología, pero ahora no nos lo podemos permitir, y ya no recordamos que había otras cosas en la vida.